Saturday, January 5, 2013

Jorge Rojas Ortega en Twitter

¿Qué estamos esperando?


       En los diferentes medios de comunicación puede notarse que se están llevando a cabo muchas manifestaciones sociales, no sólo a lo interno de Costa Rica, sino que en muchos países alrededor del mundo; la mayoría de ellas causadas por grandes deudas externas, déficits fiscales, recortes presupuestarios y medidas de austeridad que toman los gobiernos de distintas naciones. Los gobiernos están apostando por efectuar recortes en sus presupuestos de manera irracional, tocando pilares tan importantes como son la educación y el seguro médico
       No podemos seguir durmiendo ante las diferentes coyunturas políticas y sociales por las que Costa Rica y los demás países atraviesan en la actualidad. Lamentablemente las personas no despertamos hasta que nos afectan nuestra parte y nuestro movimiento permanece inactivo hasta que estamos inmersos en un caos total.       Estoy consciente de que la actual Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica no es una representación totalmente legítima, ya que solo uno de cada cinco estudiantes eligió su Junta Directiva, pero por tal motivo no podemos justificar la inactividad de la misma. No nos podemos dar el lujo que en las universidades existan pequeños grupos de estudiantes que estan dispuestas y dispuestos a transformar la sociedad, pero que por falta de unión entre las mismas agrupaciones, no se comparten ideas. Ya todo está, tenemos todo, pero ha faltado ponernos de acuerdo.       Alguien debe empezar a unir a todos estos grupos que dan su lucha de manera dispersa, pero ¿qué esperamos? Mientras se daban las manifestaciones de la UCR y la UNA hacia la Asamblea Legislativa en busca de un FEES que garantizase una educación más inclusiva y universal, los de las universidades privadas decían que esa era una manifestación de "chancletudos" y de "hijos de papi y mami" que no tenían nada que hacer; no obstante, cuando se vieron amenazados los intereses de los centros educativos privados, y realmente estos tuvieron motivos para reaccionar, no sé a dónde quedaron sus palabras.       Resulta que los estudiantes de las universidades privadas se manifestaron en las afueras de la Asamblea Legislativa en contra del alza en el cobro de impuestos para la educación privada, sin embargo, la manifestación no tuvo el impacto esperado. Ante esto, cabría cuestionarse: ¿No era importante un apoyo por parte de los estudiantes de las universidades públicas? ¿Y la FEUCR? ¿Y la FEUNA?      Hace poco éramos las y los estudiantes de las universidades públicas quienes marchábamos por que el FEES no se viera afectado; y por esto debemos preguntarnos: ¿Ambos grupos no representamos intereses estudiantiles? No es posible que nos distanciemos en una lucha que tiene que ser fuerte, articulada, y sobre todo, muy bien planificada. Si no damos juntos la batalla, entonces ¿cómo va a ser posible lograr cambios sustanciales?       Por un lado se dice que la Ley de Solidaridad Tributaria va a afectar a estudiantes de universidades privadas quienes trabajan para pagar sus estudios (en los mismos centros educativos se les convence de que esto va a ser así). Paralelamente, los propietarios de las instituciones privadas temen que se les cobre como debe ser, es decir, que se les exija poco más como parte de todas esas ganancias millonarias que resultan del lucro que resulta de la educación privada.
      Lo que esta juventud debe pedir es que sí se le cobre más y de mejor forma a esos que lucran con la educación, pero que se diseñen conjuntamente controles y mecanismos que velen porque no se les aumenten los costos de las matrículas y pago de cursos a la comunidad estudiantil.
      Esto es lo que prueba que a las personas hasta que no nos afectan nuestra parte, no reaccionamos. La preocupación por la realidad nacional e internacional no puede recaer solo en estudiantes de ciencias sociales y humanas, sino que debe ser preocupación de todo el estudiantado del país. Es inadmisible que se tenga apatía por parte de estudiantes de carreras técnicas hacia lo que pasa en la realidad nacional (TEC), pues, como es bien sabido, nadie tiene asegurado un puesto de trabajo en el futuro. No podemos depositar toda nuestra confianza en las transnacionales.      No se puede obviar que los estudiantes de secundaria también componen un elemento importantísimo del movimiento estudiantil nacional. No se puede olvidar la lucha de la que fueron partícipes estas y estos jóvenes en la lucha contra el TLC, ni en muchas otras ocasiones más; ellas y ellos también son el presente yfuturo de Costa Rica, y deben ser tomadas y tomados en cuenta.      Si no nos unimos en esta batalla como estudiantes frente a tantos problemas que ingresan a la agenda pública, no sé cómo. Si no articulamos un verdadero movimiento estudiantil, crítico y solidario, no sé cómo. Si no dejamos de lado esas diferencias sin fundamentos que se gestan entre la educación pública y la educación privada universitaria, no sé cómo. Pero… ¿qué estamos esperando?

19 de julio, a 33 años de eso que ya no existe: la revolución sandinista


        La historia nicaragüense nos dice cómo década tras década estuvieron en el poder los Somoza, padre e hijo; y cómo también fueron años de dictadura, de tensión, de totalitarismo político, de violación de derechos y libertades, realmente fue una época muy dura y dificil, como tantas que ha enfrentado un país tan querido como Nicaragua.
       Sin duda alguna, el 79 fue el año en el cual la palabra “revolución” llenó de esperanzas a miles de nicaragüenses, sin embargo, horizontes no tan positivos se asomaban a la vuelta de la esquina. Precisamente hoy leía en una red social la siguiente frase, que de hecho, me pareció muy atinada: “Hace 33 años se derrocó al dictador Somoza. ¿De qué sirvió?, si ahora necesitamos derrocar al dictador Ortega. YPG"
       Repetidas veces me he sentado con mi madre a conversar acerca de política, y lo que más tiempo nos ha llevado, con la taza de café en mano, es hablar del caos político en Nicaragua. Ella me cuenta cómo en los años 80’s –pos revolución del 79- se vivían tiempos difíciles por allá, donde se daban raciocinios de alimentos y las personas con grandes dificultades tenían que ir a la base de cada barrio para la distribución –injusta- de comida. No había trabajo, no había ni para comprar el arroz y los frijoles, nadie tenía lo básico para vivir, los pequeños empresarios perdían sus “negocitos”, todo empeoraba diariamente.
       El servicio y la reserva militar fueron otras de las realidades que contextualizaban a la Revolución Sandinista. Muchas personas, incluyendo a los jefes de hogar, niños y adolescentes, eran obligadas a ir a las armas por causas desconocidas en la mayoría de los casos. Las madres, incluida la mía, se llenaban de temor porque el ejército entrara a las casas, tomara a los niños mayores, a los que eran adolescentes, y se los llevaran a la montaña, a lo que ellos llamaban “revolución”.
       Las condiciones en Nicaragua seguían empeorando, la gran oleada de migración de nicaragüenses a Costa Rica apenas se avecinaba. La madre nicaragüense ha buscado desde entonces el bienestar de sus hijos –como en el caso de mi familia-, para que tengan una buena educación en la escuela, colegio y universidad, para que los proteja un buen seguro médico y muchas otras garantías sociales.
       Realmente esto ha sido un “voto con los pies” por parte de las y los nicaragüenses, quienes defraudados de sus gobernantes han migrado, han caminado a algo que al parecer es mejor, han votado NO a la corrupción, a los dictadores que olvidan al pueblo que los llevó al poder algún día.
       Es impresionante saber cómo muchas de las familias que han migrado hacia Costa Rica están en mejores condiciones que en las se encontrarían en Nicaragua, con sus hijos asistiendo a la Universidad, con trabajos dignos y sin obligaciones forzosas para tomar rifles ni morteros. A pesar de la xenofobia que intoxica a muchos costarricenses, las y los nicas han sabido demostrar que con trabajo duro se sale adelante y que en busca de la felicidad a veces es necesario enfrentar muchos molinos.
      Ahora como futuro politólogo me atrevo a decir que una cosa fue la revolución sandinista y otra cosa es el gobierno sandinista. ¿Lo que hace el gobierno represivo de Ortega es lo que Augusto César Sandino hubiera querido para el pueblo nicaragüense? Pero bueno, de revolucionarios se autoproclaman los del Frente Sandinista de Liberación Nacional. ¿Revolucionarios? ¿Es revolucionario ofrecer chanchos y latas de zinc a cambio de votos en el marco de las contiendas electorales? ¡Qué asco de gobierno!
      A las y los nicaragüenses luchadores son a los que llamo verdaderos revolucionarios, pues han sido testigos de los cambios que han experimentado sus propias vidas a base de mucho esfuerzo. Mis respetos a los padres y madres nicaragüenses, que con sudor le llevan el sustento a sus hijos e hijas; mis respetos a los hijos e hijas mayores, que en muchas ocasiones tienen que dedicarse exclusivamente a cuidar a sus hermanitos menores; y mis respetos a esos hermanitos menores que cuando grandes luchan por una mejor calidad de vida de sus familias y su país.

Gracias don José: ¡La lucha continúa!

       Hoy, gracias a una llamada por teléfono, desperté con una noticia que fue mucho más impactante que un balde de agua fría. No sólo había muerto un brillante Político –con mayúscula-, ni tampoco había fallecido sólo el gran politólogo; no sólo había partido aquel ex diputado que fue el mejor de este país en muchos años, no sólo se había ido mi profesor de la U, sino que había muerto a quien, ya, en muy poco tiempo, consideraba mi amigo.
      Hace menos de un mes, día en el que impartió la última clase a quienes tuvimos el privilegio de ser el último de sus grupos, me encontraba con él, sentado en la soda de Sociales, conversando acerca de mi “ensayo joven”. Me invitó a un café, pero por la presión del tiempo (cosa que voy a lamentar para siempre), no lo pude compartir.
       Él, con la más noble intención de encaminarme en el mundo de la escritura y con su gran capacidad para generar pensamiento, me hacía y me hacía preguntas, y yo, por mi parte, ninguna podía responder, pues en ocasiones no podía hacer otra cosa más que escucharlo. Ganas de buscar algo, de buscar respuestas a muchas preguntas, de encontrar lo que parece inexistente, eso, eso fue lo que me transmitió aquel día de plática, de nuestra última plática.
      En aquella conversación –que voy a recordar para toda mi vida-, veía los ojos de un hombre cansado, su rostro envejecido, su sudor y sus suspiros continuos. Veía a un don José que ya no era el mismo que escuchaba años atrás con sus discursos enérgicos, desde su curul, o subido en una móvil, entre la gente, siempre con su voz potente y su mensaje directo. Don José Merino, al contrario de lo que mucha gente piensa, era una persona muy amena, muy simpática, que le encantaba contar chistes y hacer reír a la gente (recuerdo con alegría sus chistes), que era sensible a las preocupaciones del pueblo y que siempre apoyó las iniciativas y causas de las personas jóvenes.
      Hace algunos días atrás, le escribí un correo a don José para agradecerle por el tiempo y la ayuda dada para que yo pudiera presentar mi ensayo al concurso, sin embargo, jamás me imaginé que ese mensaje ya no me lo podría responder en vida. Si alguna vez me aplaudieron por el premio de mi ensayo, esos aplausos también iban para él, para don José, uno de mis tutores y uno de mis guías.
      Si bien es cierto que la consternación, el dolor en el corazón y la tristeza me invaden en este momento, también es cierto que la muerte de don José me inyecta más las ganas de luchar en contra de la pobreza, de la corrupción, del clientelismo político, de la injusticia, de la difusión del miedo como forma de “domesticar” al pueblo. Contra eso hay que luchar. Tenemos voz, tenemos educación, tenemos una conciencia crítica, tenemos sensibilidad humana y tenemos la calle, por eso, sin miedo hay que decir: ¡La lucha continúa!
      De este gran hombre me queda esa energía para defender a capa y espada lo que uno cree, mis convicciones y creencias, esa energía para defender el derecho a la educación, esas ganas de luchar contra la desigualdad social, esa actitud combativa para defender lo nuestro y ese reto para ser cada día mejores personas, me queda esa forma crítica y responsable de ver la vida, con conciencia y sensibilidad humana.
      Seguirá vivo en nuestros actos aquel politólogo de gran labor social, aquel Político –con mayúscula- defensor de las causas de los más necesitados, aquel profesor crítico de la realidad en la que nos encontramos; seguirá vivo aquel patriota, aquella linda persona, aquel amigo. A don José, por sus palabras, por sus actos, por sus consejos, por sus aportes, por esa motivación para buscar nuevos horizontes, por su ímpetu: las gracias.

Refrescar la política



Quizá el tema que trata este artículo ya es considerado de alguna manera como trillado, pero para mí es de suma importancia. Muchas veces, cuando se aproximan las elecciones para el ejecutivo o legislativo a nivel nacional, nos enteramos a través de los medios de comunicación que el Tribunal Supremo de Elecciones nos invita a emitir el voto como parte del conjunto de decisiones al que, las y los ciudadanos, estamos esperados tomar; sin embargo, considero que probablemente el mensaje, como dicen, "nos entra por una oreja y nos sale por otra", es decir, nos importa poco lo relacionado con involucrarnos a un proceso tan democrático como las elecciones. Creo que la democracia es el resultado de una buena política y que seguir la ruta del "NO AL VOTO" es algo regresivo y que puede dar paso para que se desactiven movimientos ciudadanos y estudiantiles en universidades, colegios y demás instituciones.

En Costa Rica el nivel de abstencionismo en el marco de las últimas contiendas electorales ha sido muy alto, muestra de que las y los costarricenses sienten apatía hacia la política, lo que hace que no se consiga una participación alta a la hora de elegir a sus representantes. Tengo la convicción de que la política es una disciplina que permite el convergir de intereses mediante el diálogo y la negociación. Sin embargo, gran parte de la sociedad hace acompañar a la política de un sin número de calificativos negativos; por ejemplo, hay quienes la tachan de: "política que corrompe", "política de ladrones", o inclusive, "política sucia".


Se ha descuidado el tema de quién ejerce la política, y ese es un reto que veo como futuro politólogo, ya que cualquiera consigue dirigir en los altos puestos de los órganos del Estado sin criterio de idoneidad. Los "politiqueros" son posiblemente los culpables de esa mala concepción de política que posee la mayoría de personas, pues con sus pobres acciones y malas decisiones han cultivado en la gente una gran desesperanza.

Me deja asombrado el gran nivel de abstencionismo alcanzado en las elecciones federativas de la UCR, llegando aproximadamente a un 80%; esto es tan sólo muestra de que ni a niveles institucionales es aprovechado el poder delegativo del voto y también se continúa demostrando simplemente que las personas no creen en la política. Dichosamente va a haber una segunda ronda y es esto lo que me llena de esperanzas, pues creo que es una oportunidad para hacer el llamado a las personas al voto, a que vuelvan a creer y que sin importar el color político que se tenga, se participe, que se incluyan en la toma de decisiones; pues como decía uno de los anuncios mediáticos recientemente lanzados: "si no vota, luego no se queje".

Me llama mucho la atención cuando jóvenes desvalorizan la disciplina que yo estudio, y menospreciándola intentan justificar la evasión al voto, es decir, del voto que es ejemplo del poder que tenemos a la hora de escoger a nuestra dirigencia política. Indudablemente es la juventud la encargada de producir cambios al respecto. Pienso que la política en si una ciencia que estudia las relaciones de poder en la sociedad y mediante dicho estudio es posible llegar a la toma de decisiones para el beneficio de la colectividad y su ordenamiento.

Por otra parte, si me preguntasen el por qué he estado interesado en política en los últimos años, mi respuesta sería que lo he estado haciendo porque creo profundamente en el cambio, y es, esta disciplina, la política, la que facilita que esto se dé: mediante procesos de comunicación y el establecimiento de propuestas sólidas y sostenidas en el tiempo, con el objetivo de que el pueblo retome su motivación para transformar las realidades en las que vive; y al fin se pueda decir que sí es posible un "volver a creer".