Saturday, January 5, 2013

19 de julio, a 33 años de eso que ya no existe: la revolución sandinista


        La historia nicaragüense nos dice cómo década tras década estuvieron en el poder los Somoza, padre e hijo; y cómo también fueron años de dictadura, de tensión, de totalitarismo político, de violación de derechos y libertades, realmente fue una época muy dura y dificil, como tantas que ha enfrentado un país tan querido como Nicaragua.
       Sin duda alguna, el 79 fue el año en el cual la palabra “revolución” llenó de esperanzas a miles de nicaragüenses, sin embargo, horizontes no tan positivos se asomaban a la vuelta de la esquina. Precisamente hoy leía en una red social la siguiente frase, que de hecho, me pareció muy atinada: “Hace 33 años se derrocó al dictador Somoza. ¿De qué sirvió?, si ahora necesitamos derrocar al dictador Ortega. YPG"
       Repetidas veces me he sentado con mi madre a conversar acerca de política, y lo que más tiempo nos ha llevado, con la taza de café en mano, es hablar del caos político en Nicaragua. Ella me cuenta cómo en los años 80’s –pos revolución del 79- se vivían tiempos difíciles por allá, donde se daban raciocinios de alimentos y las personas con grandes dificultades tenían que ir a la base de cada barrio para la distribución –injusta- de comida. No había trabajo, no había ni para comprar el arroz y los frijoles, nadie tenía lo básico para vivir, los pequeños empresarios perdían sus “negocitos”, todo empeoraba diariamente.
       El servicio y la reserva militar fueron otras de las realidades que contextualizaban a la Revolución Sandinista. Muchas personas, incluyendo a los jefes de hogar, niños y adolescentes, eran obligadas a ir a las armas por causas desconocidas en la mayoría de los casos. Las madres, incluida la mía, se llenaban de temor porque el ejército entrara a las casas, tomara a los niños mayores, a los que eran adolescentes, y se los llevaran a la montaña, a lo que ellos llamaban “revolución”.
       Las condiciones en Nicaragua seguían empeorando, la gran oleada de migración de nicaragüenses a Costa Rica apenas se avecinaba. La madre nicaragüense ha buscado desde entonces el bienestar de sus hijos –como en el caso de mi familia-, para que tengan una buena educación en la escuela, colegio y universidad, para que los proteja un buen seguro médico y muchas otras garantías sociales.
       Realmente esto ha sido un “voto con los pies” por parte de las y los nicaragüenses, quienes defraudados de sus gobernantes han migrado, han caminado a algo que al parecer es mejor, han votado NO a la corrupción, a los dictadores que olvidan al pueblo que los llevó al poder algún día.
       Es impresionante saber cómo muchas de las familias que han migrado hacia Costa Rica están en mejores condiciones que en las se encontrarían en Nicaragua, con sus hijos asistiendo a la Universidad, con trabajos dignos y sin obligaciones forzosas para tomar rifles ni morteros. A pesar de la xenofobia que intoxica a muchos costarricenses, las y los nicas han sabido demostrar que con trabajo duro se sale adelante y que en busca de la felicidad a veces es necesario enfrentar muchos molinos.
      Ahora como futuro politólogo me atrevo a decir que una cosa fue la revolución sandinista y otra cosa es el gobierno sandinista. ¿Lo que hace el gobierno represivo de Ortega es lo que Augusto César Sandino hubiera querido para el pueblo nicaragüense? Pero bueno, de revolucionarios se autoproclaman los del Frente Sandinista de Liberación Nacional. ¿Revolucionarios? ¿Es revolucionario ofrecer chanchos y latas de zinc a cambio de votos en el marco de las contiendas electorales? ¡Qué asco de gobierno!
      A las y los nicaragüenses luchadores son a los que llamo verdaderos revolucionarios, pues han sido testigos de los cambios que han experimentado sus propias vidas a base de mucho esfuerzo. Mis respetos a los padres y madres nicaragüenses, que con sudor le llevan el sustento a sus hijos e hijas; mis respetos a los hijos e hijas mayores, que en muchas ocasiones tienen que dedicarse exclusivamente a cuidar a sus hermanitos menores; y mis respetos a esos hermanitos menores que cuando grandes luchan por una mejor calidad de vida de sus familias y su país.

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