Saturday, January 5, 2013

Gracias don José: ¡La lucha continúa!

       Hoy, gracias a una llamada por teléfono, desperté con una noticia que fue mucho más impactante que un balde de agua fría. No sólo había muerto un brillante Político –con mayúscula-, ni tampoco había fallecido sólo el gran politólogo; no sólo había partido aquel ex diputado que fue el mejor de este país en muchos años, no sólo se había ido mi profesor de la U, sino que había muerto a quien, ya, en muy poco tiempo, consideraba mi amigo.
      Hace menos de un mes, día en el que impartió la última clase a quienes tuvimos el privilegio de ser el último de sus grupos, me encontraba con él, sentado en la soda de Sociales, conversando acerca de mi “ensayo joven”. Me invitó a un café, pero por la presión del tiempo (cosa que voy a lamentar para siempre), no lo pude compartir.
       Él, con la más noble intención de encaminarme en el mundo de la escritura y con su gran capacidad para generar pensamiento, me hacía y me hacía preguntas, y yo, por mi parte, ninguna podía responder, pues en ocasiones no podía hacer otra cosa más que escucharlo. Ganas de buscar algo, de buscar respuestas a muchas preguntas, de encontrar lo que parece inexistente, eso, eso fue lo que me transmitió aquel día de plática, de nuestra última plática.
      En aquella conversación –que voy a recordar para toda mi vida-, veía los ojos de un hombre cansado, su rostro envejecido, su sudor y sus suspiros continuos. Veía a un don José que ya no era el mismo que escuchaba años atrás con sus discursos enérgicos, desde su curul, o subido en una móvil, entre la gente, siempre con su voz potente y su mensaje directo. Don José Merino, al contrario de lo que mucha gente piensa, era una persona muy amena, muy simpática, que le encantaba contar chistes y hacer reír a la gente (recuerdo con alegría sus chistes), que era sensible a las preocupaciones del pueblo y que siempre apoyó las iniciativas y causas de las personas jóvenes.
      Hace algunos días atrás, le escribí un correo a don José para agradecerle por el tiempo y la ayuda dada para que yo pudiera presentar mi ensayo al concurso, sin embargo, jamás me imaginé que ese mensaje ya no me lo podría responder en vida. Si alguna vez me aplaudieron por el premio de mi ensayo, esos aplausos también iban para él, para don José, uno de mis tutores y uno de mis guías.
      Si bien es cierto que la consternación, el dolor en el corazón y la tristeza me invaden en este momento, también es cierto que la muerte de don José me inyecta más las ganas de luchar en contra de la pobreza, de la corrupción, del clientelismo político, de la injusticia, de la difusión del miedo como forma de “domesticar” al pueblo. Contra eso hay que luchar. Tenemos voz, tenemos educación, tenemos una conciencia crítica, tenemos sensibilidad humana y tenemos la calle, por eso, sin miedo hay que decir: ¡La lucha continúa!
      De este gran hombre me queda esa energía para defender a capa y espada lo que uno cree, mis convicciones y creencias, esa energía para defender el derecho a la educación, esas ganas de luchar contra la desigualdad social, esa actitud combativa para defender lo nuestro y ese reto para ser cada día mejores personas, me queda esa forma crítica y responsable de ver la vida, con conciencia y sensibilidad humana.
      Seguirá vivo en nuestros actos aquel politólogo de gran labor social, aquel Político –con mayúscula- defensor de las causas de los más necesitados, aquel profesor crítico de la realidad en la que nos encontramos; seguirá vivo aquel patriota, aquella linda persona, aquel amigo. A don José, por sus palabras, por sus actos, por sus consejos, por sus aportes, por esa motivación para buscar nuevos horizontes, por su ímpetu: las gracias.

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